miércoles, 10 de octubre de 2012

209 días.

Hay días en los que uno no se levanta con ganas de sonreír, y por más que lo intenta, no le sale, no le apetece hacerlo. Sin embargo los demás te fuerzan, te obligan a ello, y no te queda otro remedio que sacar aguja e hilo y coserte bien la sonrisa, porque ya no se te sujeta ni con el más fuerte pegamento. Dejar que las lágrimas se te derramen por dentro, mientras despegas los pies del suelo. Hacer uso de las alas que hace tiempo decidiste conservar plegadas, y volar muy alto, lejos de todo cuanto tiene que ver con eso que te rodea, te atormenta, y envenena el aire que respira tu alma. Aire sin aire, aire sin vida, aire sin nada. En esos días, en los que dan ganas de pegarle una patada al balón del tiempo y que del golpe destroce la red de la paciencia y haga saltar todas las piezas de la canasta del olvido, siempre hay algo que te calma, te sujeta, te dice eso de "quédate ahí, ni te muevas". Algo que hace que pliegues de nuevo tus alas, te recojas, te contengas...y aunque estés triste, sonrías, y mantengas firmes las cicatrices, ya sin dolor, sin heridas, y sin grapas.

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