lunes, 21 de abril de 2014

El lugar de Loquepudohabersido.

A ver, díganme sin pensarlo mucho: ¿A dónde van todos los versos que por falta de compañía no acaban en un poema? ¿A dónde van los personajes que por falta de inspiración no acaban en un relato? Las promesas desmontadas, las conversaciones pospuestas indefinidamente que nunca tienen lugar, los tequiero no dichos, y todos esos pensamientos y sentimientos que nos tragamos los seres humanos por esa maldita costumbre que tenemos de no hablar las cosas claras. ¿Y los besos y abrazos y demás muestras de cariño? ¿a dónde van? ¿A dónde van todos esos besos que no se dieron, pero se quisieron dar? Esos con los que sientes cómo te tiemblan hasta las rodillas, con sus rótulas y sus ligamentos y sus meniscos (el que todavía los conserve), y no sabes si aguantarás en pie el tiempo suficiente como para mantener el tipo y continuar con tu actitud de soymasduroqueunbocadillodeescombros…Qué alguien me lo explique, ¿a dónde van? Porque llevo dos semanas sin escribir nada leyendo historias de otros, perdiéndome entre personajes incompletos, entre versos aislados, y entre sueños raros que no alcanzo a entender y no me dejan descansar tranquila. Y es que no comprendo el por qué de la existencia del hediondo y desgarrador mundo de los asuntos pendientes, pero en alguna parte tiene que existir. Estoy segura, existe, y pagaría con mi libertad su destrucción si supiera dónde se encuentra. El lugar de las retrospecciones vivas. El lugar donde el pasado es presente. El lugar donde yacen las pistas de los aparentes crímenes perfectos. El lugar donde la ira, la cobardía y la mentira acampan a sus anchas, bailando alrededor de una cálida y acogedora hoguera con la tranquilidad que genera el fuego del saber que allí no podrán ser encontradas. Al menos, por el momento. Y es que ¿qué pasaría si alguien localizase ese lugar? ¿Podría recuperar todos sus loquepudoynofue o quedaría atrapado para siempre entre la desolación y la amargura que le provocaría todo aquello? Mirar atrás nunca fue un buen consejo, pero ¿y si nos ofrecieran la posibilidad de rectificar? La posibilidad de tener acceso a una caja con nuestro nombre y apellidos en la que encontrar todo lo que quisimos hacer, y no hicimos, y sujetarlo con pinzas a las cuerdas de un tendedero dentro de una de esas habitaciones con luz roja, como si fueran negativos de fotos tomadas con cámaras antiguas…¿qué pasaría? Elegir de nuevo, rectificar a tiempo...o simplemente asumir, y aceptar. Asumir y aceptar que lo que pudo ser nunca será, pero que lo que ha sido, es lo mejor que nos queda. Y eso es un tesoro que por mucho que se empeñen, nada ni nadie podrá arrebatarnos.


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