jueves, 10 de abril de 2014

Abrázame.



Tardes de sol y zapatilla en el palacio de paredes blancas. Hace mucho que el príncipe intenta hablar, pero se le tachan las palabras dentro de la boca. Y es que tiene las promesas desmontadas, y la mirada llena de esos fantasmas que te salen cuando llevas tiempo sin mirarte en los espejos. Ya no siente esos abrazos en los que sin querer se te cierran los ojos, pero qué queréis,  a estas alturas, no se aguanta ni a sí mismo como para aguantar el peso de los demás. Tampoco alcanza a entender del todo la vehemencia irracional del "te quiero tal y como hieres" que día a día intuye a su alrededor, ni soporta esa tristeza que fluye entre las nubes de agua salada de su cuerpo, desbordándole por dentro. Pero hacen falta días de lluvia para poder ver el sol en el resto. Ratos oscuros, que dejen ver la inspiración oculta tras los días claros. Como hoy. Y entre tantos pensamientos llegas a mí sin avisar, otra vez, de repente, sin quererlo. Me entran de pronto las ganas de vestirte de versos y desnudarte después letra por letra,de arrancarte los botones de papel que separan tus silencios de los míos, verlos saltar uno por uno y escuchar tu voz a gritos susurrándome al oído. No me dejes olvidarte, anda. No me dejes. Y si nos hemos perdido, volvamos a escucharnos. Que si no nos encontramos, ya sabremos al menos dónde no seguir buscando.





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