miércoles, 22 de mayo de 2013

Vísteme de Inspiración, que sin Ella, estoy desnuda.

Dibujo una estela de humo en el aire que pronto se mueve, que pronto se expande. Estalla en lo alto del cielo pintando de luces y sombras el mar de la luna, que corre, que vuela y sonríe, con esos hoyuelos que muestran la más pícara y risueña de las sonrisas. Peina su pelo cobrizo con gracia y el viento lo vuelve y revuelve a su antojo bajo el brillo del sol que lo aclara. Y al remangarse de brazos su tez morena se funde con esa camisa de cuadros, de rallas,  lisa, de mil colores, negra y blanca, hasta llegar a sus manos. La mano izquierda. La que crea, la que a pesar de haber sido por tantos siglos despreciada, vale la pena. Me busco en sus ojos, me encuentro, y me baño en la miel de su mar, dulce, agradable, tranquila...en paz. De pronto el tiempo se para, el péndulo no sube, ni tampoco baja, la arena rebosa todo cuanto encuentra a su paso y no hay segundos suficientes para recoger de nuevo sus granos. Porque ya no importan, porque ya no hacen falta. Y en medio de todo y de nada, una dulce melodía envuelve la noche y el día, haciendo al silencio gritar de alegría. Te frotas los ojos incrédula, pestañeas fuerte, te muerdes el labio de nervios, a ver si duele, y tras comprobar que es cierto, sólo te queda decir una cosa:

Gracias, Musa. Gracias, por haber vuelto.

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