martes, 14 de junio de 2011

Come, reza, ama.

No sé cuando dejé de escribirte. Y no me refiero a escribirte en el sentido literal de lo que la conjugación verbal significa, si no a escribir a partir de algo que sonara a tí. Tal vez fue antes de que me leyeras, tal vez mucho después, o tal vez, y seguramente sea lo más probable, no me hayas leído jamás. No se cuándo empecé a olvidarte. Y no me refiero a olvidar quién eras, si no a dejar de pensar en tí cada día como si en algún momento fuesemos a ser capaces de hacer que nuestros caminos volvieran a conectar como entonces...lo cuál ignoro, quién sabe, algún día, a lo mejor...tal vez fue a raíz de lo de los ciruelos chinos, o tal vez después, con el Ajedrez, pero desde luego se que fue antes de lo del Club Dumas. ¿Cuándo me olvidé del todo?...seguramente no lo haya hecho todavía, y no puedo evitar que un cosquilleo frío recorra mi cuerpo de a bajo arriba y se detenga en la garganta, cortando por unos segundos el paso de aire para respirar, cuando escucho de nuevo tu nombre(y mira que es bien feo), cuando tengo noticias de tí, o simplemente al pensar en la forma y el momento en el que nos volvamos a encontrar...lo cual se reduce a meras suposiciones, porque lo ignoro...no tengo ni la más mínima idea de cómo y cuándo voy a decírtelo, y no puedo ser más sincera cuando digo que para mi mente y para mi alma fuiste, eres, y serás único...pero esta vez, me toca elegir a mí. Esta vez, me toca pensar en mí.



Plantaré un jardín entero lleno de tréboles de 7 hojas para mí. Esta vez, sólo para mí.


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