jueves, 9 de diciembre de 2010

Ducha fría, con agua caliente.

De las cortas, de las que pasado un tiempo el chorro se para, y tienes que pulsar de nuevo el botón para que el agua vuelva a salir. Agua caliente, de la que empaña los espejos y genera vapor entre las cortinas. Así, durante unos cuantos segundos, dejas que golpee con fuerza tu cuerpo desnudo, que caiga sobre tu cara y te obligue a cerrar los ojos, y desapareces del mundo, como si no existieras, como si nada existiera a tu alrededor. Y en medio de esa sensación de calma, de tranquilidad, de paz, de pronto todo se detiene, y llega el silencio. De golpe, sin avisar, se para en seco, y vuelves a la realidad. Abres los ojos, te invade el frío, y con tan solo la ayuda de una toalla para cubrirte, estás lista para poner de nuevo los pies sobre la tierra, y continuar.

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