domingo, 1 de agosto de 2010

Sin anestesia.

Sábado 31 de Julio, aunque pensándo bien ya es Domingo, porque son las 6:47 de la mañana. Hace frío en la calle, hace frío en casa...el termómetro de la farmacia de la esquina marcaba 19 grados, pero el frío no se va. Posiblemente no sea el mejor momento para ésto, pero yo no elijo cuándo quiere salir...

Tenías razón. No se por qué no me he dado cuenta antes, por qué no he sido capaz de verlo por mí misma, supongo que hay ocasiones en las que el orgullo no te deja quitarte la venda, y tienes que dejar que lo hagan por tí, sin anestesia, aunque duela un poco. No lo entiendo, no me entiendo a mí misma, ando perdida. Es como si hubiera encontrado la horma de mi propio zapato, como si hubiera recibido de mi propia medicina, que se suele decir. Camino sin rumbo fijo, pero con paso firme y sabiendo exactamente donde pongo los pies, hasta que me cruzo contigo. No eres nadie en mi vida, no tienes una etiqueta concreta, apareces y desapareces continuamente, no sabes tanto de mí...y sin embargo sabes lo suficiente. Despiertas ciertas sensaciones que mi escudo de ser frío y calculador es incapaz de frenar. No vives planteando respuestas para preguntas que ni si quiera piensas hacer, hasta que te ves delante de algo que supera esos pensamientos y que los ve absurdos. Y no se qué coño voy a hacer, ni cómo solucionar ésto, porque algo me impide cortar por lo sano pero al mismo tiempo me fuerza a alejarme. Lo único que veo claro ahora mismo es que necesito darme un margen, poner límites de por medio, hasta que recupere mi armadura y vuelva a ser lo que era...porque al menos en este momento no puedes darme lo que quiero, ni yo puedo dártelo a tí.

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