No
me asustan los dentistas. No me dan miedo los aviones, ni las arañas,
ni ningún tipo de animal, me gustan, aunque reconozco que la
oscuridad me incomoda, me hace sentir vulnerable débil,
insignificante. Pero temo el día en el que voy a la peluquería y me
dicen que no vale con eso de arreglar las puntas. Me corto el
flequillo yo misma para retrasar el momento, y cuando llega me tiro
un mes entero sin llevar el pelo suelto y diciéndole a todo el mundo
que me han dejado calva, en parte para que cuando me vean hagan el
previsible comentario de "no es para tanto"...en realidad,
no lo es, no es para nada. Soy rara, soy rara de cojones, en eso llevas razón, pero igual que tú, al fin y al cabo. O a lo mejor no tanto, simplemente me gusta el pelo largo.
También me dejo largas las uñas de los pies hasta hacer agujeros en
los calcetines, esta vez no porque me guste, sino porque una vez se
me infectó una, y el año pasado me rompí el dedo gordo del
izquierdo dándole una patada a un balón de baloncesto...mereció la
pena, no sabes lo a gusto que me quedé...destrocé el dedo, y la rabia, y la uña...otra vez. Otra
herida. Me curo mis propias heridas, o a veces ni eso, dejo que el
tiempo las cure solas, aunque luego lamente las cicatrices, y me seco
las lágrimas antes que sea demasiado tarde, antes de que alguien las
vea, aunque de tanto llorar por dentro se me acabe inundando el alma.
Me dicen que para los demás, los días pasan lentos, que soy yo la
que los arrastra para que sigan mi ritmo, aunque me queje de que me
falten horas, porque en el fondo no soy capaz de soportar las
emociones más intensas, las que se apoderan de uno y no le permiten
mantener el control de la situación...no soy de extremos, me da
miedo no sentir, pero también sentir demasiado. Alguna vez me dejé
llevar, y alguien acabó rompiéndome en pedazos hasta que otro
alguien tuvo que agacharse para recogerlos, y ayudarme a
recomponerlos. A recomponerme. Pero para, un momento, hablemos del
presente. Esa no soy yo. Esa no era yo. Ahora, soy. Ahora he
aprendido a afrontar los miedos, a cortarme el pelo y hasta a teñirme
de morena...de vez en cuando. Las uñas siguen rompiendo mis
calcetines, pero soy capaz de caminar a tientas hasta el interruptor
mientras pienso en algo agradable que me de paz...en
ti, por ejemplo,aunque no te lo creas. Sigo llorando en soledad, pero dejo que las lágrimas salgan
fuera, y a veces, sólo a veces, te cedo el frasco de agua oxigenada
y dejó que seas tú quien me coloque una tirita...o dos, si hace
falta. Y sonrío. Sonrío cada mañana al levantarme, y cada noche al
acostarme en mi cama, cuando me das las buenas noches y me arropas
con un beso y un tequieromivida de los que abrigan más que cualquier manta. Porque me he dado
cuenta de que los miedos, están para mirarlos de frente, cara a
cara, y si tengo que volver a no sentir, y a romperme en pedazos, ya
me recompondré yo misma, que soy fuerte, que tengo en la recámara una caja llena de ganas. Ahora
se, porque lo se, que habrá merecido la pena...porque tú, haces que merezca la pena. Porque tú, mereces la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario