Hay
momentos en la vida en los que te sientes como si estuvieras en lo
más alto de una montaña rusa, y otros en los que te parece estar en
la parte más baja, con el vagón casi sin fuerzas para afrontar de
nuevo otra subida, tediosa, pueril, flemática. Descubres entonces, a
medida que van pasando los años, que la vida, en esencia, resulta
ser algo así, con sus subidas y bajadas, llena de vagones con
personas que van y vienen, y se vuelven a marchar, y otras que
deciden montarse en tu mismo vagón y acompañarte a lo largo de tu
viaje, tanto en las subidas, como en las bajadas. Pero sea cual sea
el punto en el que me encuentre y desde que decidió dar cuerda a mi
vagón, Él siempre permanece en lo más alto. Sea cual sea el
límite, da igual, ahí está. Dándome estabilidad, ayudándome a
mantener el cinturón abrochado para no caer nunca en el exasperante
vacío, y recordándome que aunque vengan cambios de velocidad y de
altura, aunque todavía queden muchas subidas y bajadas por afrontar,
hay que relajarse, continuar, y procurar disfrutar del trayecto hasta
el final. Ahora se que en todas y cada una de ellas, como has hecho
hasta ahora, tú, permanecerás siempre constante.
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