domingo, 10 de enero de 2016

Tinta de domingo.


Dicen que el dolor ablanda a las personas. Yo pienso que a la larga, las endurece más. Recuerdo que de pequeña, mi abuela me dijo una vez que ella cuando estaba triste o cuando no se aguantaba ni a sí misma se escondía en un rincón de su habitación, sola, sin que nadie la molestara. Se escondía a esperar a que la tristeza se marchara. En más de una ocasión la encontré allí, con la luz apagada, y sin atreverme a entrar me senté junto a la puerta a esperar a que cesara su llanto. Nunca me ha gustado que me vean llorar, así que por entonces elegí como mi rincón el hueco de detrás de las cortinas, porque creía que aunque yo pudiera ver a través de ellas nadie podía verme a mí. Ahora, cuando me siento así, me escondo en el rincón de sus silencios. Y al cerrar los ojos, todavía consigo recordar cómo sonaba su voz. Entonces poco a poco algo dentro de mí me va calmando, y sin querer pero queriendo se dibuja en mi rostro una sonrisa al recordar cómo era la suya. Por eso cuando tu mundo se desmorone y no encuentres un rincón donde esconderte, ven, que aunque ahora esté parecido, yo te hago un hueco en el mío.

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