viernes, 27 de febrero de 2015

La ley débil de los grandes números.

La ley débil de los grandes números es una primera justificación teórica de la ley empírica de justificación de los promedios. La ley de los grandes números es esa ley misteriosa, tan imponente como la famosa ley de la gravedad, pero mucho más discreta, que bajo la sombra de la ignorancia de todos los que la desconocen impide que ocurran cosas, como que los sábados por la noche los bares estén abarrotados mientras las terrazas están vacías, o que un mes de agosto los veraneantes decidan ir a la montaña mientras las playas están desiertas. La ley débil de los grandes números es esa ley que impide que ocurran cosas como que el balón no entre por la red tras varios tiros fallados justo en el instante en el que la bocina señala el final del partido con el marcador un punto en contra. La ley débil de los grandes números es esa ley que impide que dos personas que apenas se ven sean incapaces de superar esa atracción tan difícil de explicar con palabras cada vez que el destino las sitúa de nuevo en el mismo camino. Sin embargo no es capaz de impedir cosas como que tú y yo no podamos respirar el mismo aire durante más de cinco minutos seguidos, sin desnudarnos con la mirada, y sentir la necesidad de comernos a besos. No es capaz de impedir que aunque no me gusten los lunares recorrería tu espalda a ciegas con mis manos, en busca de los tuyos. No es capaz de impedir cosas como que me mires, sonrías con cara de idiota, y se pare el tiempo, haciendo explotar todos los relojes de arena del mundo, esparciendo los restos en todas las direcciones posibles sin importar a quién salpique. Y es que la ley débil de los grandes números es débil cuando se enfrenta a lo más impredecible con lo que cualquier estudio, criterio o experimento matemático se puede encontrar: Los sentimientos humanos.


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