miércoles, 2 de octubre de 2013

Como siempre, el tiempo.


A veces son las circunstancias, otras una misma. Sofá, manta, cerrar los ojos...y desaparecer. Una de las partes más bonitas del cuerpo, la espalda. Mi espalda colecciona contracturas pidiendo a gritos unas manos que la traten, recostándose en un intento desesperado de robarle al tiempo unos cuantos minutos seguidos para poder descansar, con los pies en alto sobre el respaldo en una postura retorcidamente cómoda. Los pies, esa parte tan anti-erótica que posee el cuerpo humano. Rodeo las piernas con los brazos cruzados, abrazando un hueco vacío. Al estilo huevo, que se suele decir. Puedo meterme en mi mente hasta que parezca que sueño, pero no es como soñar despierta, ni tampoco dormida. No puedo. Me niego. Hay muchas formas bonitas de decir teechoenfalta, tengoganasdeverte, y un montón de frases más que retumban en mi cabeza y que podría sentir mías, pero estaba más rota de lo que pensé mientras me cosía. Así que toca abrir los ojos de nuevo, levantarse del sofá y seguir adelante, que la rutina no se va a quedar a esperar como lo hace la distancia. Gritar hasta que me explote la sonrisa, medir el conformismo al milímetro hasta que las negligencias se queden dormidas, actuar en el teatro de mi cuerpo, de mi mente y de mi alma. Será un gran papel, me aplaudiré las veces que lo merezca, y cuando no, volveré a cerrar los ojos y comenzaré de nuevo. Y si hay que hablar de tiempo, hablaremos, que lo sacaré de todos los relojes del mundo y lo almacenaré bajo llave como el mayor tesoro de mi vida. Alargaré noches, inventaré días enteros si hace falta, construiré puentes con minutos por los que caminar descalza y regresar a la rutina a tiempo. Una vez más, todo es cuestión de tiempo. Como siempre, el tiempo.

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