sábado, 23 de febrero de 2013

Sueño de una mala noche.


Te preguntas por qué noviembre te eligió a ti entre toda esa gente, para luego deselegirte una vez más. Te pintas la ralla de los ojos frente al espejo, procurando no abrirlos demasiado para no ver reflejado tu rostro...y nada másVuelcas todas las preguntas sobre la cama como quien vacía un bolso en ella, y las revuelves con tus manos temblorosas sin encontrar las respuestas. Aparece un viejo corta-uñas que ni si quiera es tuyo, nunca te cortas las uñas, pero aún así te sientas al borde del abismo, junto a la piecera, y cruzando las piernas para que el pliegue de la falda no deje ver más allá de tus bronceados muslos, como si no estuvieras sola, en tu deseo profundo de que así sea y alguien te detenga, comienzas a pintar vena por vena. De rojo, sin anestesia. Te sientes como cuando a los cuatro años la maestra te pedía que no te salieras de la lámina, lo cual por aquel entonces te parecía una tarea ardua y compleja. Te gustaría volver a una ciudad tranquila y sencilla...pero ya no parece quedar nada de aquello, la niñez es sólo un puñado de fotos amarillas y recuerdos para contar en historias de encuentros de colegio. Te viene a la cabeza aquel Viernes, el día en el que todo se acabó, y se os atravesó el destino en la garganta. La daga que consiguió cortar lo vuestro estaba mucho más afilada que aquel corta-uñas. Rencor, envidia, venganza. Dolía más. Todavía duele. Vuelves a los mismos pensamientos una y otra vez, y vas haciendo tu lista de reproches contra el mundo.  No contra él, no fue su culpa. Contra el maldito mundo. Suspiras casi sin fuerzas dejando escapar con el aire un silencioso "a ver si cambia"...a ver si cambia, y en su vuelta de tuercas gira de nuevo el reloj de arena, vuelve a estar lleno tu enorme saco de paciencia, apareces de nuevo por esa puerta...y te sientas aquí, a mi lado. Poco a poco se va haciendo de noche, la tarde lo va cubriendo todo con su manto negro de luces, y el destino no ha dejado ningún mensaje nuevo en tu contestador, que te saque de la anodina monotonía de eso que últimamente llamas vida. Le das alguna calada más al fracaso, ese cigarro inacabable que comenzaste a fumar por primera vez cuando se fue, y que aún sostienes hasta mientras duermes...o lo intentas, tus ojeras cada día son más delatadoras y sinceras. Comienzas a sentir mareo. Te incorporas con delicadeza y al dejarte caer sientes todas esas preguntas a tus espaldas, sobre la cama. Las esquivas una y otra vezcomo un borracho que no se da por aludido cuando acaba la fiesta y se aferra a su vaso vacío de vida y lleno de restos de hielo muerto sucio de whisky de supermercado para no tener que marcharse, y adentrarse de nuevo en la oscuridad de la noche. Buscas el interruptor para apagar tu cabeza y hallas refugio en una serie americana, de esas que hacen reír sin sentido. De esas que veías con él. Piensas en todo lo que le dirías si le volvieras a tener enfrente y te recolocas la tristeza en el pelo con disimulo, antes de dejar que las lágrimas broten de tus ojos y arrastren el negro por tus mejillas. No pides consejo a nadie porque corres el riesgo de que alguien te diga la verdad. Vives soportando el peso del fracaso, esperando un volantazo del destino, harta de echar de menos el alma a la que renunciaste. Tu propia alma. Ahora te sientes encerrada en un cuerpo bajo candado, y recuerdas aquel momento en el que desde la orilla, sin remordimientos, lanzaste la llave al mar. Entonces ignorabas que esto pasaría, que la nostalgia existe, que el echar de menos no es sólo para los débiles, que volver la vista atrás hacia el pasado es como renunciar al presente. Como dijo un gran poeta, el día pasará y la vida seguirá, ganarán los mismos, perderán los de siempre.  Quizás, si hubieras sido paciente, si hubieras dejado de correr hacia todas las direcciones y hacia ninguna, la vida hubiera dejado de ser ese tren que se escapaba justo cuando jadeando y empapada en sudor frío encontrabas la parada. Quizás todavía estés a tiempo. Quizás, si te perdonas, todavía puedas volver a sentir la lluvia sobre tu cuerpo desnudo, los rallos de sol en la miel de tus ojos ciegos, y el tacto de su mano acariciando tu mejilla, tu cuerpo, y tu alma.

Y es entonces cuando despiertas, sobre tu cama, empapada en sudor y lágrimas, todo queda en un mal sueño...pero de los peores sentimientos, nacen los mejores textos.

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