sábado, 5 de enero de 2013

Olvido, parte VII

No se ni la hora que es, pero no me importa. No le encuentro sentido al tiempo ahora mismo, y supongo que tardaré bastante en volver a encontrárselo. A la botella de Bourbon del pequeño armario que bauticé como mueble-bar le queda poca vida, y yo he decidido matarla esta misma noche, o tarde, o madrugada, lo que sea. Todas las persianas están cerradas, y las luces están apagadas, salvo la pequeña lamparita junto a la mecedora de la sala de estar. Dejo caer mi cazadora de cuero al suelo, junto al perchero, no me quedan fuerzas para agacharme y colgarla en su sitio. ¡Qué más da, quién coño ha dicho que ese tenga que ser su sitio! Me arrastro hasta la cocina mientras me voy deshaciendo de mis pantalones negros, y dejando atrás a mis zapatos sin notar la diferencia entre su plantilla y el suelo de las baldosas, busco a tientas un vaso lo suficientemente ancho. Lo lleno de hielos. Hasta arriba, cuanto más frío para mi garganta mejor, me dejo incluso caer alguno...pero no me importa. Nada me importa, ahora. Vuelvo en busca de la botella. Sigo llevando puesta tu camisa. Al inclinar el Four Roses siento como su fluido acaramelado golpea contra el vidrio y me aparto de golpe, por miedo a mancharla y tener que echarla a la lavadora...perdería tu olor,  y ya no puedo pedirte que te la pongas una vez más para recuperarlo. Miro de nuevo hacia mi vaso. Me encanta ese color que tiene, no tanto el sabor, pero ese color me enamora...igual que a ti. No me queda coca cola, pero da igual, por una vez, por esta vez, lo tomaré solo. La ocasión lo merece, a ver si así consigo matar todo lo malo que me recorre por dentro...no me quedan sentimientos buenos. Camino unos metros hacia el que será mi asiento durante las próximas quiénsabecuántas horas, y pulso sin mirar el botón del play de la cadena de música. Suena "I'm a man". Perfecto, la banda sonora de Rocknrolla casi desde el principio.

Me dejo caer hacia atrás, cierro los ojos, y acerco el vaso a mis labios. Siento como el Four Roses recorre mi garganta, y poco a poco llega a cada rincón de mi cuerpo. Siento como si me quemara por dentro. Cierro los ojos, y silencio. Me invade un completo silencio que ni la música es capaz de romper. Procuro no pensar en nada. Y es que ¿qué voy a pensar? ¿Con qué cojones voy a entretener a mi jodida cabeza, si al final todos mis pensamientos se centran en uno solo? Tú. Tú y tu maldita costumbre de aparecer siempre cuando menos me lo espero...y cuando más lo necesito. Esta vez te has llevado el premio gordo. Supongo que es pronto para dejar de hablar de ti en presente, aunque siendo sincera, no se si algún día seré capaz de mencionarte en pasado, como hacía el sacerdote hace un par de horas...me encantó el sonido que hizo al callarse. Me encanta el sonido que hacen algunas personas cuando se callan.

Por este tipo de cosas no me gusta hablar sobre Dios. ¿Hablemos sobre Dios?...Dios no existe. Es imposible que exista y permita ésto, es más, si estás en alguna parte, Dios, quiero que sepas que estoy enfadada contigo, y mucho. Es totalmente irracional, lo se, pero en este instante me siento la persona más inestable emocionalmente e irracional del mundo, así que espero que no me lo tenga en cuenta. En cuanto a ti, estés donde estés, creo que también estoy enfadada. Ahora no aparecerás nunca más, y ni si quiera he podido despedirme de ti en condiciones. Ni si quiera he podido mirarte a los ojos una última vez, una última mísera vez, para decirte esto que siento que me está quemando de frío por dentro. Decirte que aunque pasen los años, aunque ahora se que se ha acabado y que no volveré a verte, al menos no en esta vida de mierda que injustamente a mí me queda por vivir, y a ti no, siempre, y cuando digo siempre es siempre, con lo que esas siete letras significaban para ambos...siempre estarás conmigo. Porque ahora se, aunque sea tarde, ahora se que si es cuestión de hablar de olvido, jamás fui capaz de olvidarte, nunca quise olvidarte...y nunca jamás te olvidaré.

No hay comentarios:

Publicar un comentario