domingo, 6 de enero de 2013

La pareja muda.

Hay veces que nuestras rutinas son tan anodinas y cuadriculadas que hasta el mínimo cambio en el decorado que nos rodea nos afecta y nos llama la atención. Como la pareja muda. Es así como siempre les he llamado, aunque se que hablan, más de una vez he escuchado cómo alguno de los dos respondía a una llamada de teléfono o pedía la cuenta al camarero. Pero no entre ellos. Cada domingo después de comer, les veo sentados en la tercera mesa de la cuarta terraza de la plaza, con un cortado, un café con hielos y un par de pastas. Así, sentados en la misma mesa. El leyendo el periódico, Ella escribiendo algo en una servilleta. Cada domingo paso a su lado y me saludan, lo cierto es que nunca he sabido bien de qué les conocía, pero he respondido siempre al saludo con una sonrisa...dos veces. Y es que hasta en la forma de saludar parece que no se vean entre ellos, como si fueran dos completos desconocidos y se encontraran muy lejos el uno del otro...así, sentados en la misma mesa. El leyendo el periódico, Ella escribiendo algo en una servilleta. Nunca me había detenido a hablar con ellos...hasta hoy. Y es que al atravesar la plaza y pasar junto a la cuarta terraza, junto a la tercera mesa, he visto que Él estaba sentado, en la misma posición, piernas cruzadas y mangas de camisa remangadas, con su cortado, su periódico, y una enorme caja de madera. Solo. Solo como siempre, en realidad, pero esta vez, sin Ella. No he podido evitar acercarme un poco más, y al cruzar mi mirada con la suya he sentido como mi corazón se contraía de tal manera que me ha costado un buen rato que recuperara su ritmo cardíaco habitual. Nunca, nunca jamás en mi vida había visto tanta tristeza reflejada en el rostro de un hombre. Con pulso tembloroso y agachando la cabeza, ha extendido hacia mí la caja de madera. 

"Ciento cincuenta y siete servilletas. Mil Ciento cincuenta y siete tequieros escritos con letra grande, sin que yo me diera cuenta."

Dejé que mis ojos se posaran en el contenido de la caja, en esas ciento cincuenta y siete servilletas llenas de tequieros escritos en letra grande, sin que Él se diera cuenta. Entonces entendí lo que había sucedido, y mi corazón se encogió de nuevo, haciéndome sentir eso que nunca jamás había sentido. Encima de todas ellas, una diferente a las demás, con la tinta bañada en lágrimas, sin adornos, sin color, sin anestesia..." Y no te haces una idea de lo difícil que ha sido conseguir dejar de quererte".

No se cuándo llegará el domingo en el que me arme de valor, y vuelva a atravesar la plaza después de comer, pero tengo un miedo atroz a que llegue un día en el que yo misma pase a formar parte de una de esas parejas, sin darme cuenta. Mi corazón siempre guardará el recuerdo de la pareja muda. Así, sentados en la misma mesa. El leyendo el periódico, Ella escribiendo algo en una servilleta.

                              

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