sábado, 4 de agosto de 2012

Cuento para irse a dormir.

Cuentan que había una vez, hace muchos, muchos años, un joven rey muy apuesto que estaba buscando esposa. Por su palacio pasaron todas las mujeres más hermosas del reino, y de otros más lejanos. La mayoría eran muy hermosas, y le ofrecían toda su riqueza, además de su belleza y de sus encantos. Pero ninguna le llenaba como para convertirse en su reina. Una soleada tarde de Mayo, llegó una mendiga al palacio de este rey, y tras recibir insultos y discutir con los guardias de palacio, consiguió obtener una audiencia.

"No tengo nada material que ofrecerte; solo puedo darte el gran amor que siento por ti", le dijo al rey, "y puedo hacer algo para demostrarte ese amor". Esto despertó la curiosidad del rey, quien le pidió que le desvelara qué sería eso que podía hacer. "Pasaré 100 días en tu balcón, sin comer ni beber nada, expuesta a la lluvia, al sereno, al sol y al frío de la noche. Si puedo soportar estos 100 días, entonces me convertirás en tu esposa."
El rey, sorprendido más que conmovido, aceptó el reto. Le dijo: acepto. Si una mujer puede hacer todo esto por mí, es digna de ser mi esposa.
Dicho esto, la mujer empezó su sacrificio. Empezaron a transcurrir los días, y la mujer valientemente soportaba las peores tempestades, muchas veces sentía que desfallecía del hambre y el frío, pero la alentaba imaginarse finalmente al lado de su gran amor. De vez en cuando, el rey asomaba la cabeza desde la comodidad de su habitación para comprobar que ahí seguía, y le hacía señas de aliento con el pulgar. Así fue pasando el tiempo, veinte días, treinta, cincuenta, la gente del reino estaba feliz, pues pensaban que por fin tendrían una reína...90 días, y el rey continuaba asomando su cabeza de vez en cuando para ver los progresos de la mujer. "Esta mujer es increíble", pensaba para si mismo, y volvía a darle alientos, a su forma, con sus señas.
Al fin llegó el día 99, y todo el pueblo empezó a reunirse en las afueras del palacio para contemplar el momento en el que aquella mendiga se convertiría en esposa del rey. Contaban con entusiasmo las horas, a las 12 de la noche de ese día tendrían reina...la pobre mujer estaba muy desmejorada, había perdido mucho peso, y contraído enfermedades que le provocaban terribles dolores.
Entonces sucedió. A las 11:00 de la noche de aquél día 99, faltando apenas una hora para que llegara el día 100, la valiente mujer "se rindió"...y decidió retirarse de aquel palacio. Dedicó una triste última mirada al sorprendido rey, y sin decir ni media palabra, se marchó.
Los murmullos de la gente mostraban la conmoción general. Nadie podía entender por qué aquella valiente mujer se había rendido faltando tan solo 1 hora para ver sus sueños convertidos en realidad. Había soportado tanto...
Al regresar a casa, su padre, que se había enterado ya de lo sucedido,  le preguntó: ¿Por qué te rendiste a tan solo instantes de ser la reina? Ante su asombro, ella respondió: Estuve 99 días y 23 horas en su balcón, soportando todo tipo de calamidades, y no fue capaz de liberarme de ese sacrificio. Me veía padecer, y solo me alentaba a continuar, sin mostrar siquiera un mínimo de piedad o compasión ante mi sufrimiento. Esperé durante todo este tiempo un atisbo de bondad y consideración que nunca llegaron. Entonces entendí: una persona tan egoísta, desconsiderada y ciega, que solo piensa en sí misma, NO MERECE mi amor.
Conclusión:
Cuando ames a alguien, y sientas que para mantener a esa persona a tu lado tienes que sufrir, sacrificar tu esencia y hasta rogar aunque te duela, retírate. Y no tanto porque las cosas se tornen difíciles, sino porque quien no te haga sentir valorado, quien no sea capaz de dar lo mismo que tu, quien no pueda establecer el mismo compromiso, la misma entrega simplemente, no te merece.

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