lunes, 2 de junio de 2014

Tinta de domingo.

Si el miedo a sentir no lo impide, te bajarás en mi parada y desordenaremos las letras de la palabra soledad hasta que ya no tenga nada que nombrar, nada que aludir. Te bajarás en mi parada con los hoyuelos sujetando tu sonrisa, pidiendo a gritos volver a besarme una vez más. Dirás que ayer no salió el sol, pero que hoy estás dispuesto a traerme la luna del cielo y si hace falta romperla en pedazos para que su explosión ilumine la más radiante y hermosa de las noches. Y al amanecer huirás, sabiendo que te quiero en mi vida, huirás de nuevo hacia el frío y dejarás que me congele sin tus abrazos, que con el paso del tiempo te eche de menos, que me sorprenda a mi misma de ello porque no entrabas en mis planes. Ese es tu modo de intentar que nunca acabe: Prohibírtelo a menudo. Yo me quedaré esperando, tranquila al principio, sabiendo que volverás, intranquila después, preguntándome cuándo. Poco a poco comenzaré a no reservarte un hueco en mi memoria en los días que no te encuentro, que no te encuentras, que caben cosas como garabatear hojas en blanco con dibujos inacabados, perderse entre canciones con los ojos cerrados, salir a correr hasta sentir la lluvia dentro de los huesos, esconder los sentimientos, y que mi tinta no suene a ti. Me responsabilizarán del deseo de otros hombres por meterse en mi cama, y yo aguardaré en silencio, impasible, pensando en que ojalá te dieras cuenta de que eres tú quien quiero que me ayude a derretir el hielo de mis sábanas. Intentaré creer que olvidamos lo que sentimos antes incluso de que nos diera tiempo a saberlo, cuando en el fondo ambos sabemos que no es lo mismo olvidar a una persona que empeñarse en vivir sin ella. Quizás el tiempo haga que todo cambie, quizás el viento sople con tanta fuerza que sea capaz de arrastrar consigo el caos y dejar todo en su sitio, incluso lo que se esconde en el rincón más profundo y secreto de nosotros mismos. Pero qué queréis que os diga, a estas alturas. En la vida cada uno se enamora de lo que a su alma le da la gana...y la mía se enamoró de una sonrisa.


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