lunes, 7 de septiembre de 2015

Tinta de domingo.


Huele al cosquilleo que provoca la barba de tres días cuando te roza las mejillas. A sábanas revueltas en la cama después de una larga noche. A esas lágrimas sinceras de quien siente amor por alguien. O lo que sea. De quien siente y no lo puede controlar.  Huele a cerrar los ojos e imaginarte en otro lugar, lejos, volviendo a vivir esos momentos que te hicieron feliz. Al nudo en la garganta que se te forma cuando lees la muerte de uno de tus personajes favoritos. A la sensación de falta de aire en los pulmones cuando eres tú quien escribe y decide matarlo. Huele al brillo que tienen sus ojos a veces, cuando me mira, sonríe, y siento que siente, y entonces todos los relojes del mundo se detienen en ese instante. Al sonido de esa voz que te saca una sonrisa al otro lado del teléfono, sólo por ser de quién es. A los besos que duran, que te ponen la piel de gallina, que empiezan lentos y acaban con tanta pasión que dan paso a todo lo demás. A despertar sin tener claro qué día es, ni dónde estás, pero sí quién descansa a tu lado. Huele a todas esas cosas que son demasiado bonitas como para expresar con palabras. Por eso cocíname las ganas, que mis sueños tienen hambre. Que mi color favorito es el azul, pero tú construías toda la paleta de colores en mis días grises. Y hoy todo es un poquito más oscuro aquí. Sin ti.

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