miércoles, 16 de septiembre de 2015

No esperes a que pase la tormenta. Aprende a bailar bajo la lluvia.


Ayer a la salida del colegio me choqué con una niña que iba gritando por la calle, emocionada porque llovía. “¡Papá, llueve! ¡Qué llueva más, que llueva más!”. Su padre, un atractivo joven de pelo despeinado y mediana estatura, lejos de hacerle protegerse de la lluvia dejó que continuara corriendo y gritando, aún siendo consciente de que se estaba calando entera, manchándose de barro el uniforme. Me sorprendieron tanto ambas actitudes que no pude evitar preguntarle por qué quería que lloviese. La pequeña se quedó parada mirándome, y me dijo con expresión algo desconcertada ante mi ignorancia: “Porque cuando llueve significa que mamá está bien, y nos manda besos”. Hoy me he enterado de que su madre falleció de cáncer hace unos meses. Son los pequeños detalles como este, con los que uno se choca en la vida por casualidad, los que nos hacen darnos cuenta de lo tremendamente subnormales que podemos llegar a ser las personas, al generar conflictos con otras sin necesidad, al darle importancia a cosas que realmente no la tienen, y al no valorar a quien nos quiere, nos respeta, y nos cuida, en lugar de demostrar lo que sentimos, y estar agradecidos de la suerte que tenemos de tenerle a nuestro lado. 


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