miércoles, 25 de noviembre de 2015

Siempre hay salida.


Cuando era pequeña tenía la mala costumbre de acabar metida en más problemas de los que me correspondían. Sin embargo de una manera o de otra, al final siempre conseguía salir del paso sin consecuencias importantes. Mi madre me decía que todas las personas tenemos un angel de la guarda, que nos protege en los momentos en los que resolver la situación pasa a estar fuera de nuestro alcance. Supongo que mi madre se refería también a esos momentos, en los que tus pulmones se niegan a seguir buscando oxígeno para acabar con esa sensación de falta de aire, y sientes cómo tu corazón se resquebraja separándose en mil pedazos. Es en esos momentos, cuando ese ángel de la guarda aparece, y uno a uno va recogiéndolos sin que te des cuenta, uniéndolos hasta conseguir que las piezas vuelvan a encajar, y puedas recomponerlo. Y aunque te parezca imposible, llegará el día en el que la balanza termine de decantarse para un lado o para el otro, el respirar no duela, y el latir te permita continuar con tu camino, y empezar de nuevo. Porque hay salida. Siempre hay salida.

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