miércoles, 4 de noviembre de 2015

Noviembre entre líneas.

Uno de los detalles más importantes que el ajedrez me ha enseñado es que hay que saber cuidar de tu reina, porque cualquier peón te la puede quitar. Y es que siempre se ha dicho que son los pequeños detalles los que marcan la diferencia. Enamorarse de cosas raras y de personas perfectamente imperfectas. El olor que se queda en las manos tras echarse reflex en la rodilla. El sabor del helado de chocolate fresquito en verano y del colacao calentito en invierno. Peli mantita y sofá. Sola o en buena compañía. Despertar y que te traigan el desayuno a la cama. Las duchas de agua tan caliente que inundan de vapor el cuarto de baño entero, y te dejan los dedos arrugados. Un beso sin venir a cuento, un abrazo de los que te estrujan las costillas. Cualquier cosa escrita en cualquier lugar, y más si está escrita para ti. De pequeña leía todo, desde los carteles de alquiler de locales de las paredes en la calle hasta las etiquetas de los botes en el supermercado. Nunca salgo sin colonia, y no puedo evitar mirarme en el cristal de los escaparates mientras camino. No soy de hablar mucho pero me gusta escuchar, las conversaciones largas y tranquilas, sobre nada en concreto, sobre todo en general. Soy de sangre caliente y corazón frío, e intento acariciar el alma cuando escribo. De dibujar hasta en los manteles de los restaurantes, de cantar sin darme cuenta y de escribir poesía en la parada del autobús. De viajar de aquí para allá. Adoro el mar, y la nieve. De hacer cualquier cosa para conseguir que quien quiero sonría. De estar un día triste sin ganas de salir de casa y al día siguiente feliz bailando por ahí. Así son, los pequeños detalles. Así somos, los seres humanos. Somos de quien nos está faltando cuando mejor lo estamos pasando. Somos de quien nos mira a los ojos, y nos hace soñar. #

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