Te
echo de menos. Tu hedonismo, tu sensualidad, tu elegancia, tu
encanto. En mis amaneceres fríos , en mis tardes de verano, y en
esos cielos que enrojecen tras las cortinas de este cuarto. Los días
sin ti transcurren bajo la monotonía de un lápiz mal afilado,
anodinos, impasibles, lejos de la vehemencia a la que tú me
empujabas, que tú misma alimentabas. El sonido del vidrio, de la
música, de voces ebrias, todas esas confesiones y secretos, que sin
pedir nada a cambio, te guardas. Esa brisa cálida, esa eterna
oscuridad en lo más alto, colmada de relucientes miradas. Ese ojo menguante y creciente, lleno de vida, que esconde tu alma. La tenue luz de las
farolas, que cuando tu paseas nunca están apagadas. Y te alumbran,
te contemplan, te acompañan. En los rincones más lúgubres bogan las sombras de lo que ocultas, y nos engañas,
haciéndonos creer que nunca te irás...hasta que sale el sol, hasta
que llega la mañana, y una vez más , te escondes, y una vez más,
todo acaba.
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