domingo, 8 de mayo de 2016

El día en el que mi tinta dejó de sonar a ti.

Era domingo por la tarde, y tú caminabas por la orilla de una playa a medio construir. Una playa que no dormía, sólo soñaba con ser libre, con dejar romper todas sus olas contra las rocas hasta que no quedara nada por destruir. Nada que doliera, nada para hacerse daño. Caminabas en silencio tranquilo, sin ropa, esperando a que yo llegara por detrás una vez más y te abrazara acariciando tu torso desnudo, y acercando mis labios a tu oído te susurrara sin palabras lo bien que olías, lo mucho que te quería, y que todo saldría bien. Pero no lo hice. Me quedé sentada en una de esas rocas, enredando mis pies en la arena mientras el viento peinaba mi pelo suelto, desordenado y revuelto...como mis sentimientos. Me quedé sentada pensando en lo que a día de hoy todavía siento, en que nunca jamás en la vida podría dejar de quererte, en que algo en mi interior me decía que no encontraría a nadie como tú, ni tú como yo. No paraste. Continuaste avanzando sin mirar atrás, pensando continuamente en detenerte porque ni tú mismo eras consciente de lo que hacías, de hacia dónde dirigías esos pasos descalzos de amor. Descalzos de mi. El sol comenzó a pintar de rojo el cielo, y de gris a ti. Ya no deslumbrabas a tu paso como antes, ya no provocabas ese temblor involuntario al acercarte, ya no sonreías como lo hacías, haciendo sonar los cristales de mi alma, iluminando con tu luz el mar de mis ojos. Ya no eras tú. Ni tampoco yo. Ya quedaba en manos del tiempo encontrar la manera de recuperarnos a nosotros mismos, y quién sabe si algún día también el uno al otro. Y así fue como mi tinta, dejó de sonar a ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario