viernes, 1 de marzo de 2013

Entre Olvidos.

Ella abrió la puerta desinteresadamente, mientras continuaba leyendo un pequeño libro de poemas que sujetaba con su mano izquierda. Alzó la cabeza, y el libro se le calló al suelo. Sus miradas permanecieron clavadas en el aire durante varios segundos, hasta que Él dio un paso hacia delante, y con una sonrisa y las manos en los bolsillos, entró dentro de su casa.

-¡Sorpresa!

-Podías haber avisado, al menos.-Consiguió articular Ella, al fin.

-Si lo hubiera hecho ya no sería una sorpresa.

-En el fondo tú nunca eres una sorpresa.

-Venga, admítelo. Esta vez no me esperabas.


-Está bien, reconozco que esta vez me has sorprendido un poco. No esperaba que en una de esas de abrir la puerta sin esperar a nadie, aparecieras tu. 

-Gracias por la parte que me toca...creo.

-¿Gracias?-Ella apartó la mirada para cerrar la puerta y recoger el libro del suelo.-¿Es todo lo que se te ocurre? ¿Gracias?

-Bueno, no se, se me ocurren muchas más cosas...-Él dejó caer su mochila junto al sofá y se acomodó en el. Ella le siguió con la mirada, y acabó sentándose a su lado, con las piernas cruzadas sobre el cojín.

-¿Sabes qué? Me da igual. Haz lo que te de la gana. Total, siempre lo haces.

-No digas éso. No es cierto. Me ha costado mucho decidirme...no estaba seguro de que fueras a dejarme entrar, tenía miedo de que me dieras con la puerta en las narices.

-No me has dado tiempo tampoco, has entrado tú solito.

-¿Quieres que me vaya?-Preguntó Él, desdibujando la sonrisa que hasta aquel momento había permanecido impasible en su rostro.

-No, no quiero. Y si quiero me dará igual. Tú nunca te vas. Fíjate que a veces hasta pienso que te olvido, y no sabes el susto que me llevo cuando vuelvo a verte, paseando tan campante por mi cabeza...sin, permiso, claro. Tú nunca pides permiso. Entras y sales de mi vida sin más, cuando te da la gana, y siempre, siempre te quedas. Te quedas un rato, a ver cómo termino envolviéndome una vez más con tus brazos, cómo si fueras un mero espectador de la película y esos brazos no fueran realmente los tuyos. De hecho siento que no lo son, a veces. Me he adueñado de ellos en tantas ocasiones que hasta me parece que forman parte de mí, que nadie tiene tanto derecho como yo a sentirlos. Al menos no como yo los siento. O sentía, ya ni sé. Tiendo a resistirme, al principio, pero al final me dejo llevar. Es entonces, entonces sí. Es entonces cuando te vas. Así sin más, sin despedirte, sin si quiera decirme ya no cuándo volverás, sino sin si quiera decirme si lo vas a hacer algún día. Podría engañarme a mí misma y gritar que se acabó, que estoy harta, que no volveré a esperarte, pero sé que mentiría. Sé que una parte de mi, por pequeña que sea, de alguna manera, guardará un hueco para ti. La verdad es que ya no se de qué me sorprendo. Al final, siempre vuelves. Y mientras tanto aquí me quedo yo, abrazada a los recuerdos, abrazada al olvido...abrazada a un hueco vacío.



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