miércoles, 6 de marzo de 2013

Hasta mañana, abuelita.

Escribo estas líneas con tinta recién salida del alma, sin saber si llegarán a la tuya, donde quiera que esté, algún día. Me faltan palabras y me sobran versos, y es que como dijo Manrique, hay que ver cómo se pasa la vida, y cómo se viene la muerte, tan callando. La casa llora en silencio, está triste, algo le falta. Ya no hay riojanos que canten camino de tierras mañas, ya no hay muñecos convertidos en niñas abandonadas, si abres armarios no corre el aire, los grifos se cierran, las paredes no hablan, y el retrato del abuelo se ha quedado sin besos por las mañanas. Te llevas contigo todo ese mundo de fantasía, que nos volvía locos, que sólo tú entendías, pero que te hacía ser cómo eras y vivir la vida como tu querías, a tu manera. Viviste sana, viviste tiempo, y aunque como alguien especial me ha dicho, nunca se es lo suficientemente mayor para morir, acepto, aunque me cueste entender, que te hayas ido sin despedirte. Podría escribir mucho más, mucho. Pero esta vez, me lo quedo para mí. Una vez más, como anoche me decías, como muchas otras noches: Hasta mañana, abuelita. Que descanses tu también.

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