Hacía puzles. No tendría por qué
tratarse de algo extraño, si no fuera por el hecho de que jamás
observaba la solución de los mismos. Al principio comenzó con cosas
sencillas, juguetes casi infantiles, que pronto fueron creciendo,
hasta convertirse en verdaderas obras de arte de más de mil piezas.
La rapidez con la que los terminaba era asombrosa. Un día se cansó,
y en contra de lo que los psicólogos de la facultad habían
aconsejado a sus padres para lidiar con su extraño y recientemente diagnosticado problema de dislexia,
decidió no hacer más. En aquel momento se encontraba sentada frente
a él, sin decir nada, observándole sin interés, fría,
inexpresiva.
-Cinco líneas y cinco
rectángulos...no está mal, pero ¿en serio no recuerdas nada más?
-Me ha dado diez segundos, ¿qué
esperaba?
-¿Cómo lo haces?-Le preguntó el
doctor Elías, esforzándose por mantener una cálida sonrisa.-¿Y
por qué ya no quieres hacer más?
-Me aburren.
-¿Antes no?
-Supongo.
-¿No tienes ganas de hablar hoy?
-No demasiadas.
-Puedes irte, entonces.
-¿En serio?
-¿Por qué no? Tú no quieres hablar,
y yo tampoco. No estamos aquí para perder el tiempo, Noa. Vuelve
cuando quieras, cuando te apetezca recibir ayuda, si es que la
quieres. Si no colaboras, yo no puedo hacer más.-Noa se incorporó, recogió el bolso que había dejado en el suelo, apoyado junto a la silla, y caminó hacia la puerta. Al llegar a ella, se detuvo. Se giró hacia el, le mantuvo la
mirada durante siete largos y silenciosos segundos, y por fin dejó
que las palabras comenzaran a salir lentamente de su boca.
-No es como una fotocopiadora de
textos, ¿sabe? No funciona así. -Noa clavó su mirada en una de las
baldosas blancas del suelo de la consulta, y señaló con su dedo
índice hacia la sala de espera.-Hay treinta y siete cuadros en esa
habitación. Dos en el primer tramo de la pared de la izquierda, ocho en
el segundo, y nueve a cada lado de la pared frontal flanqueando la
orla de medicina de la promoción del 69. A la derecha hay nueve
cuadros, en grupos de tres, y seis, separados por otra orla, más
nueva, más reciente...promoción del 96. Uno de ellos, tan sólo uno
de ellos es una fotografía que podría describir, pero tú ya la conoces, y a mí no me
apetece. No tengo ni la menor idea de qué cojones hay escrito en
todos los demás, pero su disposición es exactamente esa.- Noa hizo
una pausa para tirar del pomo de la puerta.-
No es que no los mirara...es que me bastaba con un segundo para ser
incapaz de borrar su maldita imagen de mi cabeza. Y empieza a haber demasiadas imágenes aquí dentro que no quiero volver a recordar.
Noa levantó la cabeza de nuevo y continuó avanzando, sintiendo la atenta mirada del doctor Elías clavada sobre su espalda, hasta desaparecer tras la columna del fondo del pasillo. Al pisar de nuevo la calle se sintió aturdida, rodeada de gente por todas partes, en todas las direcciones...y completamente sola.
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