martes, 18 de noviembre de 2014

Vulnerable.

El diccionario de la Real Academia Española define el término "vulnerable" como aquello que puede ser herido, física o moralmente. Hay quien considera equivocadamente que vulnerable es sinónimo de débil, pero cualquier ser humano, en condición de sentir, debe ser, en determinados momentos, vulnerable. Decía un proverbio chino que cuando soplan vientos de cambio, algunos construyen muros, mientras que otros construyen molinos.  Levantarse cada mañana con una actitud optimista para lo que sea que nos depare la vida puede que sea la mejor opción para afrontar lo que tenga que venir, pero de vez en cuando uno necesita darse un margen. Al fin y al cabo, es complicado construir molinos si sólo disponemos de ladrillos y cemento, en cuyo caso los muros siempre son la mejor opción para el alma.  Uno necesita su trocito de soledad y de aislamiento de vez en cuando, tarde o temprano acabará llegando alguien dispuesto a ayudarte con el material que te falta. Te observará durante un tiempo, hasta que sea capaz de trepar, asomarse a tu muralla, y saltar. Puedes juzgar a la gente por lo que hacen cuando nadie les mira. Cuando creen, que nadie les mira. Ayer te vi, aunque tú no lo sepas.  Te vi, escuché en la distancia cómo te llamaban,  y el cielo gris se volvió azul de repente. Las nubes se disiparon de golpe como el humo de uno de esos trucos de magia que tanto nos gusta pensar que son verdad, y dieron paso al sol más reluciente de este Otoño gris. Entonces me sentí feliz, porque supe que aún siento. Da igual qué, pero siento. Sé que siento, porque al verte, al escuchar tu nombre, necesito sujetarme el corazón. Y no se trata de una necesidad física, pero te juro que la sensación de que el alma se me revolvía por dentro y se me iba a escapar por los poros de la piel no me la invento. Fue entonces cuando volví a entender eso de que no somos fríos por la ausencia de sentimientos, sino por la abundancia de decepciones. Y  lo difícil  que es explicarle a alguien que puede ser todo para ti cuando piensa que no tiene nada que ofrecerte. Porque somos así. Cuando estamos rozando el cielo en la cumbre más alta de la montaña, va, y se nos antoja el mar. Yo me perdí  entre los besos que decían que nunca te irías, justo antes de que tu cogieras ese tren hacia ninguna parte y yo me mudara de piel el corazón.  Me fui, sin carta de despedida, sin discusión de medianoche, sin punto y final de los finales de los que habla Sabina. Me fui, pero no me he ido. La impuntualidad siempre ha sido uno de nuestros defectos favoritos, y tal vez llegue tarde algún día…pero te aseguro: Llegaré.


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