viernes, 17 de febrero de 2012

Desaparecer.

Transparente, cristalina, sin peso, sin voz, sin vida, como los fantasmas que no llevan sábana. Oscuros letargos en gélidas noches de invierno, que arrastran sollozos de rabia y tristeza. Venas que tiritan, y se anudan para que el frío que soportan al dejar pasar la sangre no las haga reventar. Y esa maldita sensación de querer gritar, con todas tus fuerzas, desde lo más profundo de tu alma, y no poder, tener que quedarte callada hasta que el jodido día de mierda llegue a su fin, y puedas esconderte entre las sábanas, cerrar los ojos, que se haga el silencio...y dejar de existir hasta mañana. Pero entonces llega él, con su manto de piel suave y cálida y su abrazo de olor a calma, y por instantes, por segundos, te transmite la paz que necesitabas.

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