-¿Sí?-Pregunté.
-Soy yo. - Respondió. Y con eso, ya era suficiente.
Pero por más que pase el tiempo, creo que nunca podré olvidar aquel día. Ya había sucedido otras veces, pero no así. Le pegaba. Le pegaba siempre que no hacía las cosas como el quería, incluso cuando hacía todo bien, pero estaba enfadado o había tenido un mal día. Bebía mucho, muchísimo, sobre todo los fines de semana, cuando no tenía nada que hacer y los problemas le agobiaban. Alguna vez intenté detenerle, incluso había hablado con mi madre para contratar a un abogado, poner tierra de por medio y sacarla de aquella mierda, pero ella siempre se negaba. Le quería, y decía que el la quería también a ella, a su manera, era inútil intentar enfrentarse a ella. Pero yo no entendía su forma de querer. Contacté con una asistente social, pero me advirtió de que mientras no quisiese colaborar, no había nada que pudieran hacer. Sabía que mi ambiente familiar no era el que solían tener en otras casas, pero acostumbrada a ello desde que tenía uso de razón, y sin una actitud por parte de mi madre que me empujara a buscar el cambio tampoco podía hacer nada...hasta que llegó aquel día. Habían discutido, como de costumbre, quizás algo más, pero a aquellas alturas estaba tan acostumbrada a los gritos, a los golpes y a los portazos que ni si quiera me di cuenta. Cuando todo quedó en silencio y el cd que sonaba en mi cadena musical llegó al final de la última canción, salí a la cocina para prepararme un zumo y coger algo de chocolate...pero no fui capaz de avanzar más allá de la puerta. Tirada en el suelo, con las muñecas ensangrentadas y el cuchillo que utilizabamos para cortar el jamón en su mano derecha, encontré a mi madre. Al instante sentí una ráfaga de aire cálido sobre mi nunca, y al girarme vi como él, con los ojos desorbitados, contemplaba la escena medio metro a mis espaldas. Sin pensar en lo que hacía y sin ser capaz de articular palabra le empujé con las pocas fuerzas que en ese momento pude reunir para que no entrara a la cocina. Fue entonces cuando sucedió. Apenas conseguí desplazarle unos pocos centrímetros, pero el a mí sí, y no solo éso, mucho más...pero no me veo con fuerzas, ni ganas, para recordarlo aquí. Transcurrieron solo unos pocos minutos, pero a mí me pareció una eternidad. La siguiente imagen que mi memoria quiere retener es la de Marco, sentado junto a mí en las escaleras, secándome las lágrimas, y abrazándome con fuerza.
Me encanta, pero muy triste :)
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