Dicen que quien juega con fuego, al final, se acaba quemando. Yo prefiero asumir la derrota desde el principio, porque dejarme ganar compensa, y aunque pierda, salgo ganando. Lo que quiero decir es que aunque pueda resultar un poco contradictorio, es coherente dentro de su propia incoherencia, y elocuente dentro de ese absurdo desequilibrio que tiene montado en la cabeza. Y si pudiera elegir que formara parte de mi vida de manera más constante y habitual, seguramente lo haría, porque me interesa, me suma, me llena, pero no es lo que me da, y me adapto a lo que me da, me adapto a ello continuamente. Y no duele, no es fuego del que abrasa y deja cicatrices, simplemente da calor, provoca llamas, que al final se apagan, y parece que no quede nada que salvar entre las cenizas. Sin embargo antes o después las llamas resurgen de ellas, y con el tiempo he aprendido que mientras duren, se aprovechan, porque te acostumbras a su ausencia, pero su presencia, de una manera o de otra, siempre merece la pena.
Lo he intentado varias veces...pero no puedo dejarla, me inspira, y al final, de vez en cuando, siempre vuelvo a escribir sobre ella...es inútil, por absurda que parezca, no puedo escribir tan bien sobre otra historia que no sea esta.
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