jueves, 24 de septiembre de 2015

Noches de tinta y papel.

La vida no son dos días, ni cuatro polvos, ni un suspiro. La vida tiene carreras de cien metros lisos y maratones de cuarenta kilómetros. No te aceleres si no quieres, si no estás preparada o si el miedo te impide avanzar más rápido. No hagas caso de los refranes socorridos y deja para mañana lo que no sientas que tengas que hacer hoy. Tampoco frenes si no quieres frenar, no te detengas por el mero hecho de que la sociedad establezca límites para todo y te agobie con su “vas demasiado rápido”. Que te importe absolutamente nada lo que vayas a encontrar al pisar el acelerador. Que te importe una jodida mierda lo que diga quien no te quiere, ni te valora, ni le importas, porque desgraciadamente de eso hay mucho y muy malo en este mundo. No soy mentalista ni adivina, no sé si hay alguien que vaya a quererte como tú quieres que te quieran, pero estoy segura de que hay alguien que te querrá y te querrá bien, si le dejas. Y aceptará tus ritmos, tus manías, tu piel de naranja y tus histerias premenstruales. Porque si no lo hace es que no vale la pena. Porque vale la pena quien te la quita, no quien te la da. Que aunque somos de las que pueden bajar del cielo cualquier estrella y hasta la luna entera por nosotras mismas, es ridículo negar que nos gusta sentir que tenemos alguien a nuestro lado que nos la bajaría cuando quisiéramos, si hiciera falta. Por eso hay amaneceres que tienen más de “con quién” que de “dónde”, canciones favoritas que no son de uno solo sino de dos, lugares que cobran un sentido diferente cuando estás en ellos con ciertas personas, y momentos que por mucho que lo intentes jamás podrás volver a vivir de la misma manera, pero su recuerdo permanecerá contigo siempre. Y por mucho que lo intenten, que hablen, que critiquen o que ensucien, nada ni nadie podrá arrebatarte eso.

sábado, 19 de septiembre de 2015

Verano...no sé cómo despedirte.

Recuerdo la primera vez que fuimos a cenar. Viniste a buscarme a la puerta de casa, con el pelo recién cortado, cazadora azul marino y camisa de cuadros. Subí al coche sin saber muy bien qué decir, pero tú dijiste "qué mona", y me dibujaste una sonrisa. Yo elegí el sitio y tú la comida. Aquel día comprobé que con tus rarezas es mejor no perder el tiempo y directamente dejarte elegir a ti. Me daba vergüenza comer mientras me mirabas. Me daba vergüenza cómo me mirabas, fijamente, con esa cara de sinvergüenza que se te pone cuando me miras sin decir nada, o diciendo cosas de esas que no se pueden decir en público ni en horario infantil. Esa cara que tanto me gusta. Hablamos mucho, de muchas cosas, y nos reímos más aún. Después me llevaste a casa y nos quedamos un rato en el coche con el motor encendido, esperando a que sucediera algo para que no te tuvieras que marchar a trabajar. Me besaste, largo y lento, como se besan los protagonistas de las películas. Y cuando te marchaste al fin, yo me quedé parada ahí, pensando, que aunque no estaba preparada para reconocerlo, podría vivir en uno de esos besos durante el resto de mi vida.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

No esperes a que pase la tormenta. Aprende a bailar bajo la lluvia.


Ayer a la salida del colegio me choqué con una niña que iba gritando por la calle, emocionada porque llovía. “¡Papá, llueve! ¡Qué llueva más, que llueva más!”. Su padre, un atractivo joven de pelo despeinado y mediana estatura, lejos de hacerle protegerse de la lluvia dejó que continuara corriendo y gritando, aún siendo consciente de que se estaba calando entera, manchándose de barro el uniforme. Me sorprendieron tanto ambas actitudes que no pude evitar preguntarle por qué quería que lloviese. La pequeña se quedó parada mirándome, y me dijo con expresión algo desconcertada ante mi ignorancia: “Porque cuando llueve significa que mamá está bien, y nos manda besos”. Hoy me he enterado de que su madre falleció de cáncer hace unos meses. Son los pequeños detalles como este, con los que uno se choca en la vida por casualidad, los que nos hacen darnos cuenta de lo tremendamente subnormales que podemos llegar a ser las personas, al generar conflictos con otras sin necesidad, al darle importancia a cosas que realmente no la tienen, y al no valorar a quien nos quiere, nos respeta, y nos cuida, en lugar de demostrar lo que sentimos, y estar agradecidos de la suerte que tenemos de tenerle a nuestro lado. 


jueves, 10 de septiembre de 2015

Septiembre entre líneas.



Huele a bolígrafo rojo, tinta, papel, pizarra y tiza. A bote de balón y zapatillas, al sonido del viento al acariciar las cuerdas de la canasta. Al nudo en la garganta que se te forma cuando lees la muerte de uno de tus personajes favoritos. A la sensación de falta de aire en los pulmones cuando eres tú quien escribe y decide acabar con su vida. Huele al cosquilleo que provoca la barba de seis días cuando te roza las mejillas. A sábanas revueltas en la cama después de una larga noche. A esas lágrimas sinceras de quien siente amor por alguien. O lo que sea. De quien siente y no lo puede controlar. A esos abrazos entre sueños que huelen tan bien, que tanta calma te dan. A ese "cocíname las ganas, que mis sueños tienen hambre". Huele a San Mateo, a final de verano, a cerrar los ojos e imaginarte en otro lugar, muy lejos, volviendo a vivir esos momentos que te hicieron tan feliz. Huele al brillo que tienen los ojos a veces, cuando al mirarte sonríen, y sientes que sienten, haciendo que todos los relojes del mundo se detengan en ese instante. Al sonido de esa voz que te saca una sonrisa al otro lado del teléfono, sólo por ser de quien es. A los besos que duran, que te ponen la piel de gallina, que empiezan lentos y acaban con tanta pasión que dan paso a todo lo demás. A despertar sin tener claro qué día es, ni dónde estás, pero sí quién está acostado a tu lado. Huele a todas esas cosas que son demasiado bonitas como para expresar con palabras, que te ayudan a levantarte cada mañana dejando a un lado al miedo, con la sensación de que pase lo que pase, todo saldrá bien. 

lunes, 7 de septiembre de 2015

Tinta de domingo.


Huele al cosquilleo que provoca la barba de tres días cuando te roza las mejillas. A sábanas revueltas en la cama después de una larga noche. A esas lágrimas sinceras de quien siente amor por alguien. O lo que sea. De quien siente y no lo puede controlar.  Huele a cerrar los ojos e imaginarte en otro lugar, lejos, volviendo a vivir esos momentos que te hicieron feliz. Al nudo en la garganta que se te forma cuando lees la muerte de uno de tus personajes favoritos. A la sensación de falta de aire en los pulmones cuando eres tú quien escribe y decide matarlo. Huele al brillo que tienen sus ojos a veces, cuando me mira, sonríe, y siento que siente, y entonces todos los relojes del mundo se detienen en ese instante. Al sonido de esa voz que te saca una sonrisa al otro lado del teléfono, sólo por ser de quién es. A los besos que duran, que te ponen la piel de gallina, que empiezan lentos y acaban con tanta pasión que dan paso a todo lo demás. A despertar sin tener claro qué día es, ni dónde estás, pero sí quién descansa a tu lado. Huele a todas esas cosas que son demasiado bonitas como para expresar con palabras. Por eso cocíname las ganas, que mis sueños tienen hambre. Que mi color favorito es el azul, pero tú construías toda la paleta de colores en mis días grises. Y hoy todo es un poquito más oscuro aquí. Sin ti.

sábado, 5 de septiembre de 2015

Vísteme de inspiración, que sin ella estoy desnuda.



No existen los amores perfectos, y mucho menos las personas perfectas. Pero siempre podrás encontrar a alguien que a pesar de sus errores, sea perfecto para ti. A veces nos empeñamos en tener a alguien a quien necesitar, cuando lo que realmente merece la pena es tener a alguien a quien querer. Lo bonito del amor no está en el agobiante "no puedo vivir sin ti", sino en el pasional "podría vivir sin ti, pero no quiero hacerlo". Por eso no le hagas daño, no le cambies, y no exijas en todo momento más de lo que pueda darte. Sonríe cuando te haga feliz, grita cuando te haga enfadarte y échale de menos cuando no esté a tu lado. Porque que no esté pendiente de ti en todo momento no significa que no te quiera, o que no esté aprendiendo a quererte. Y si te acaba queriendo de verdad, te entregará una de sus partes más valiosas, aún sabiendo que puedes romperla: Su corazón.