domingo, 28 de septiembre de 2014

Tinta de domingo.

Es curioso como el paso del tiempo convierte a las maldiciones en bendiciones, como la experiencia que crees que va a poder contigo se acaba transformando en una evolución. Algunas cosas son demasiado valiosas o demasiado dolorosas como para contarlas, así que uno se las guarda entre los pliegues del alma, escondidas a la vista. Algunos regalos, algunas penas, y algunos recuerdos calan demasiado hondo como para expresarlos con palabras, nos arrancan demasiadas lágrimas. Pero aún así, a veces, sólo a veces, doy gracias a que seas tan desordenada y revuelvas mis restos. Porque es entonces cuando la vida realmente me palpa, me desmonta la armadura y me acaricia con canciones, con letras, con sonidos, con superficies, con interiores que inspiran hasta el último suspiro de la pluma y el papel...es solo sin ti, cuando entro en contacto conmigo. Y con el mundo. Es curiosa la metáfora de no tenerte para tenerte del todo. Ahora que ya no puedo tocarte, puedo dejar, si quiero, de pensar en ti. Puedo hacerte real y mirarte en una fotografía a unos ojos inertes, soñar despierto y convertirte en mi verano particular, o simplemente en una más entre la gente. Pero no temas, ni te asustes, ni te agobies no te pido que vuelvas, es sólo que a veces necesito recordar que lo nuestro sin ser nada fue algo, y que ese algo era mejor que mi relación con tu recuerdo.

viernes, 26 de septiembre de 2014

La mansión de los espejos.

La renuencia a perdonar es como abrazar un cactus y preguntarte mientras tanto por qué sangras. El problema viene cuando el perdonar implica terminar con algo. No me gustan los finales, me da igual lo felices que sean. Seguro que hay un lugar donde se encuentran todos los finales de los que el mundo habla, y se preguntan ente ellos qué hubiera pasado si nunca hubiesen empezado. Yo hubiese preferido que nunca acabaran. A veces uno necesita irse lejos para darse cuenta de que cerca es el mejor lugar. Viajar, coger un tren de camino hacia ninguna parte y mirar de reojo a la gente, pensando en las pocas ganas que tiene de hablar con nadie...nadie que no sea como él, o ella. A veces uno necesita irse lejos para darse cuenta de que le gusta vivir en los silencios si tiene a alguien como él o ella delante, alguien a quien mirar cuando no quiere estar con nadie, sentirse como en una mansión de los espejos y pensar en eso de "A mi lado me doy cuenta de lo mucho que deseo estar en el tuyo". Ojalá supiésemos huir sin movernos. Ojalá no hiciera falta coger ningún tren, para darse cuenta uno mismo al irse, de que lo que realmente quiere, es volver. Y quedarse. Y es que volver siempre fue una opción, pero dolerse nunca es una elección. Y hay heridas abiertas que no duelen aún estando en carne viva, haciendo que nos resulte cada vez más difícil creer en la posibilidad de que algún día, llegarán a cicatrizar del todo.


domingo, 21 de septiembre de 2014

Queda-té, Verano. No sé cómo despedirte.

Queda té, y se está quedando frío. Observo el humo que sale de tu taza mientras haces girar la cucharilla impasible, como si el tiempo se dejara caer los minutos sin darse cuenta. Es tarde y te hablo de mi poesía, y me miras extrañado mientras respiras y te olvidas de lo escéptico que pareces en este mismo instante, pero te pones tan guapo cuando no me crees que volvería a contarte las innumerables filosofías de vida a través de las cuales nos podríamos intentar querer. Yo no creo ya en la magia, pero sé que magia es verte sonreír. Magia es verte, simplemente. Y que dejen de tocar acordes si no son capaces de escuchar cómo lates. Que no, que no tiene sentido elegir una dirección para andar cambiando constantemente de sentido, avanzando y retrocediendo como el bailarín principiante que se mira a los pies continuamente porque tiene miedo de pisar a su pareja. No sé cómo todavía hay personas que se preguntan por qué apareció el sentimiento en sus vidas tan pronto, que se ponen del lado de aquella frase que dice que no saben qué hacer cuando aparece, si dejarle ir o dejarle que se quede. De verdad, no entiendo esa manía del ser humano de querer más cuando lo importante es saber hacerlo, qué coño más dará el futuro mientras el presente te haga feliz. Te vuelvo a mirar, mientras intento no pensar en hacerlo, me alejo de pensarte, vuelvo a izar la vista atrás como una bandera que no dejo de ondear aunque te pares. Pero somos así. Cuando estamos rozando el cielo, va, y se nos antoja el mar. El pasado es un verbo que jamás volverá a pronunciarse igual, y ya que has pasado me gustaría pedirte que te gires de nuevo, para que cuando me mires pueda decirte eso de: No te vayas, no sé cómo despedirte. No te vayas, queda-té.


viernes, 19 de septiembre de 2014

Un pie delante del otro.

-Mi abuela siempre me decía que hay dos cosas en la vida de las que un hombre nunca se harta: Un buen plato de comida, y un buen abrazo. Y con lo del abrazo se refería al sexo, claro. Pero ella no había usado nunca esa palabra, así tal cual, conmigo. "Ya lo entenderás cuando seas mayor" era una de sus frases favoritas.-Dije intentando contener las lágrimas.-Afortunadamente, sigo sin entenderlo.
-A veces la gente nos decepciona.-Susurró tras un minuto de silencio.-Sufrimos un tiempo, a lo mejor durante mucho tiempo. Y después, poco a poco, comenzamos a perdonar.
-Yo no sé perdonar.
-Nadie sabe.-Alzó la cabeza de nuevo, y me miró fijamente a los ojos.- Lo que hay que hacer es levantarse por las mañanas, y poner un pie delante del otro. Dar un paso tras otro, dejar que las heridas cicatricen hasta encontrar la fuerza suficiente que te permita enterrar el pasado.-Pronunció aquellas palabras en voz baja, con seriedad, como si supiera (como si supiera de verdad) lo que querían decir. Como si él mismo hubiera pasado por eso. En ese momento escuché algo más en su voz, vi algo que antes no había sido capaz de ver.
-Dime, ¿Cómo conseguiste tú aprender a perdonar?-Le pregunté. Se encogió de hombros, y tras un leve suspiro, me contestó.
-Me levanto todas las mañanas. Y pongo un pie delante del otro.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Tinta de domingo.

Yo sólo quiero dejar de maquillar el alma con letras, que me limpies la cara de tristeza y me pintes la sonrisa a besos. Que te bebas mi llanto como si de agua del manantial de la vida se tratara y me cojas de la mano como cuando no empezábamos a desconocernos. Yo sólo quiero que me borres del mapa pero me señales siempre a tu lado, que me digas que encontrarme ha sido una suerte y me invites a buscar tréboles de cuatro hojas en el jardín de tu olvido. No ser dentro de tu huerto ni cereza ni fresa, ni fruta de temporada, sino el árbol más frondoso de hoja perenne o la rosa eterna que nunca se marchita. Yo sólo quiero que me escondas los relojes y te olvides de parar el tiempo, que aparezcas en mi casa al final de un día agotador y te dejes caer en mi cama, para después enredarte entre mis sábanas. Que me mires como antes, como cuando aún no éramos nada. Yo sólo quiero vivir sin saber que voy a perderte, vivir sin saberte, saber que vivir es morir lentamente. No pido tanto, creo. Sólo quiero querer sin querer, pero queriendo, que quien me quiera, me quiera bien. Y dejar de sentir que las tardes de domingo se inventaron exclusivamente para tener resaca, escribir poesía, y acordarme de ti.


domingo, 7 de septiembre de 2014

Tinta de Domingo.

Lo recuerdo como si no hubiera pasado el tiempo entre nosotros. Era Domingo y tú estabas cerca. De resaca, pero cerca. Podía acariciar tu piel con las yemas de mis dedos, escribir mi nombre en tu espalda y sentir cómo el bello de tus brazos se erizaba, haciéndote temblar, y sonreír. Tu bello, y lo demás, claro. Tu cuerpo se interponía entre el resto del mundo y yo. Entonces me sentía tan feliz que ni siquiera sabía que lo era. Lo hacíamos como animales. El amor, lo de después, y luego de nuevo el amor. La arena de los relojes siempre cayó a la misma velocidad, pero cuando nuestros corazones latían tan rápido aquellas horas parecían durar minutos. Nos amanecía el sol por la ventana y nosotros aún olíamos a noche. Podría haberme alimentado de tus besos durante el resto de mi vida, pero es imposible intentar cerrar heridas cuando todavía hay ratos en los que nadas en ellas hasta donde no haces pie. Pero sonreíamos, sonreíamos mucho. Recuérdalo. Recuérdalo una vez más, al mirar por la ventana: "Qué cerca se ve La luna", dijiste. Entonces te miré, y supe que tenías razón. Me sentí la mujer más afortunada del mundo, por tener La Luna tan cerca, y a ti a mi lado, en aquel instante, aún sabiendo que en cualquier momento la burbuja explotaría, y todo volvería a eso que llaman normalidad. Hace unas semanas que tengo la absurda sensación de que el mundo se está encogiendo, y cada vez hay menos aire y yo me pongo más nerviosa. Entonces pienso en lo difícil que es explicarle a alguien que puede ser todo lo que buscas, aunque piense que no tiene nada que ofrecerte. Y en lo necesario que es pisar el freno, y no agobiarse...porque pensarte ahora es como jugar a buscar el hueco de una línea discontinua a 180 kilómetros por hora, y yo no estoy para accidentes.


sábado, 6 de septiembre de 2014

El tiempo. Todo. Lo-cura.

Es absolutamente cierto que el tiempo lo cura todo. Pero lo mejor de esa frase es, que uno mismo puede decidir cuánto tiempo quiere sufrir. Cuanto más rápido te des cuenta de que cada experiencia, cada relación, de cualquier tipo, fue un regalo, más rápido podrás perdonarte, y perdonar a la otra persona. Y cuanto antes le perdones, cuanto antes entierres el hacha de guerra, antes comenzarás a dejarte llevar, a volver a sentir, y a vivir el momento. Y es que a veces, para poder seguir, uno necesita detenerse, ver dónde está, y empezar de nuevo.



lunes, 1 de septiembre de 2014

September.

With S of Summer, Sea, Sex and Sun. But nos Surgery. Not anymore.